27 mayo 2010

Regresa

Después de meses, te sigo extrañando y de cierta manera sé que tengo que seguir con mi vida, seguir adelante y de un modo olvidarte. Pero no sé si es posible dejar de pensar en tí, en el roze de tu mano, en la mirada de tus ojos, en tus palabras. Estoy segura que no puedo vivir sin las risas que me causabas, sin las alegrías que me dabas, simplemente no puedo vivir sin tí. Me encantaría que regreses a mí, porque aún te encuentro en todo lo que veo o escucho, en todos esos objetos a los que les atribuyo un pedazo de tí, en las historias que invento, edito o aumento para sentirte cerca. Te extraño. Regresa.

18 mayo 2010

Luna


La afinidad por la luna llena caracterizaba a Joaquín Rivera. Cada ciclo lunar, esperaba a que nuestro satélite natural se hallara rebosante y entonces, dejaba de lado otro de sus trabajos, todos sus problemas y cualquier estímulo que lo privara de la blanca luna en esos días. Cuando en el cielo se iba a dibujar una luna llena, Joaquín subía las escaleras hasta llegar a la azotea del edificio en el que vivía, extendía su sleeping bag y se acostaba sobre éste con un thermo lleno de café en la mano y los ojos bien pendientes a la esfera inmensa que estaba a punto de salir entre los demás edificios.

Pasaba toda la noche despierto, observando a su amor, excitado, delirante, sonriente, emocionado y plenamente feliz; hasta que la luna se escondiera, tarde o temprano. Entonces esperaba a que de nuevo se cumpliera el ciclo y la luna escondiera de nuevo a la Tierra su mitad oscura.

La luna llena era su pasión juvenil, su ilusión más grande y en muchas ocasiones, ese día en que la luna se convertía en un perfecto círculo se presentaba como su único motivo para seguir viviendo. Nunca una mujer pudo ganarle terreno a la luna en el corazón de Joaquín, ningún placer terrenal pudo apartarlo de la azotea en la culminación de su espera de 29 o 30 días, los amigos nunca le fueron lo suficientemente confortantes, la familia suficientemente importante ni el trabajo suficientemente necesario, pero la luna llena, la luna llena sí.

Equivocado

Macario Rueda estaba equivocado y su esposa, Georgina Mata, lo sabía. Él aseveraba que el crimen había sido cometido por Genaro García y nadie lo puso a tela de juicio. Genaro se había peleado con Renato Rueda en un bar y muchas personas fungieron como testigos. Los dos salieron enojados y borrachos y el resto Genaro no lo recuerda por los efectos del alcohol, pero encontraron a Renato muerto horas después en la banqueta frente al bar del otro lado de la calle. Macario pasó toda su vida pensando que efectivamente, Genaro había asesinado a su hijo, pero su mujer, Georgina, sabía que no era cierto. Nunca dijo nada pues era ella, mujer educada y recatada, quien había matado a su propio hijo.

No te quiero


Quiero decirte que te quiero, que te amo y te juro he tratado pero no puedo porque en realidad no lo siento. Me gustaría ¿qué digo? ¡Me encantaría! Me encantaría poder quererte, poder amarte como sería lo natural, sería feliz si te pudiera decir un te quiero espontáneo y sentirlo de verdad, porque te lo he dicho infinidad de veces pero sólo porque la situación, el momento o tú me obligan.

No tengo duda alguna de que tú me quieres pero me cuesta enormemente serte recíproca. Tristemente, la verdad es que no te quiero y seré redundante ¡Me encantaría! Pero no puedo y no me arrepiento porque es tu culpa, no la mía, no te dejas querer, te das a odiar, a aborrecer. Tú crees que puedes exigirme, exprimirme, enojarte, gritarme, insultarme, abusar, encolerizar y todo esto sin que yo te deje de querer, pero la verdad es que no recuerdo cuando fue la última vez que te quise y ni siquiera sé si en realidad algún día lo hice.

Hoy te odio y aunque a ratos existe un momento mágico y haces cosas para que te vuelva a querer, no puedo, y aunque en relaciones como la nuestra sea lo natural, no puedo darte un abrazo casual, un apapacho cariñoso, no puedo amarte, no puedo quererte.

05 mayo 2010

Altercado

Cuando él apenas llega y suavemente le dice lo que le molesta de un problema, ella se pone roja y empieza a gritar sin escuchar, violenta y salvaje como si estuviera loca. Cada vez que él la trata de calmar, se enreda en las quejas de su mujer y tiene que hacer frente al regaño, sintiendo poco a poco como se le eriza el pelo, él se va enojando, tensando hasta que queda como el áspero metal al que se le ha tirado un poco de ácido, y sin embargo, es apenas el principio porque un momento después ella se truena los dedos de las manos consintiendo que él aproxime suavemente sus músculos. Apenas se tocan, algo como una cuerda los enreda, los junta y los golpea, de pronto la bofetada, la mordida feroz de las mandíbulas, los puñetazos de rabia sobre una suavísima mejilla. ¡Para! ¡Para! Envueltos en la pela del resentimiento, se sienten parar, cansados y arrepentidos. Tiembla el puño, se vencen las barreras y todo se resuelve en un profundo abrazo, en besos de esterilizadas gasas, en caricias casi crueles que los juntan hasta el límite de los labios.

02 mayo 2010

Lo que pasa tras la caída del telón


Y cuando se fue el primer actor, el personaje de más importancia, el admirable intérprete, el jovial hombre, el protagonista inigualable de viejos ojos azules; el resto de los actores comenzaron con el trabajo de tramoyistas.

Cuando se va la vida, cuando se termina el guión, cuando lo único que queda por contar son simples recuerdos de una obra terminada, cuando se va nuestro protagonista, el centro de gravedad, es cuando el escenario se tiene que desmontar. Se quita cada cuadro, tapete, y mueble que algún día formó parte de la escenografía de la obra. Los actores secundarios de la magistral función llevan algunas cosillas consigo, recuerdos de la representación terminada, del actor gallardo que fungió un gran papel en todas las obras de las vidas del personal del teatro cuyas historias aún no están terminadas.

Cuando se cerraron los telones todos lloraron, quedó la nostalgia de la historia de una buena vida, la melancolía de ya no tener cerca al gran actor estelar, el profundo anhelo por cada escena irrepetible, la triste misión de quitar cada cosa de importancia y cada tontería del escenario que había sostenido la obra teatral por años.

Y quedó así vacío este escenario. En el teatro quedaron algunas cosas inservibles que ninguno de los que trabajaban tras bambalinas y ninguno de los actores de roles menores quiso. Se pudrirán o se venderán, pero en el escenario no queda ya rastro alguno de aquella gran historia con un gran guión y un gran actor, de la gloria y la majestuosidad, no queda rastro de vida ni de unos ojos de color azul.

Los demás actores comienzan a crear nuevos escenarios con la tramoya y decoraciones que tomaron al desmontar, pero por más que tratan de acomodar los objetos, tienen la profunda seguridad de que jamás se verán como lo hicieron en el escenario primero, en el que cada uno interpretó un papel casual pero siempre influenciado por los viejos ojos azules del protagonista que no será olvidado.