23 diciembre 2010

Conversaciones de museo

Fragmentos de un laberinto

Yacen ahí las líneas sutiles que algún día fueron hechas por el sencillo movimiento de la muñeca de su autor. Sobre ellas hay manchas agresivas de un esmalte que intentaba ser dorado pero se queda en el cobre. Luego regresan las líneas que forman círculos, curvas, espirales, complicaciones, complejidades, abstractos laberintos verdes y azules, éstos inacabados en papeles blancos que se acomodan en su marco marrón.

La maja con flor

Hay pero mira qué bonito. Me gustan los colorcitos y las florecitas de su mano. Aunque la verdad es que el pintor se pudo haber ahorrado el ponerle su seno todo de fuera. Le hubiera puesto otra florecita ahí mínimo, el siguiente del florero está más bonito ahí sí no viene nada impropio.

Las manos

Nerviosas buscan encontrar calor en el frío cobre de la otra. Casi se tocan, casi. Una tosca y grande busca a la frágil y delicada, una suave y pequeña busca a una robusta y rígida. Se buscan, de cerca, casi se tocan, casi.

Fritangas

Síganme por aquí, por favor. En esta obra llamada “Fritangas” realizada en 1987 por el mismo autor, podemos apreciar la crítica que hace a la vida fácil, el consumismo, la comida rápida, la obesidad y la corporación. Todo, en esta pieza que al principio nos puede parecer grotesca pero esta enormemente apegada a la realidad, desde sus dimensiones de tamaño natural hasta los empaques de productos que se utilizan.

La virgen con el niño en brazos

Es muy interesante cómo el color azul se ha conservado mucho mejor que los otros, fíjate como ese sigue tan brillante y los otros ya están muy difuminados. Éste velo debió de haber sido como un rojo bermellón y no el pálido rosita que ahora es. Interesante, sin duda.

Estuve ahí

No entiendo el arte contemporáneo. Una placa vacía con un título profundo. Hasta yo lo pude haber hecho. ¿Estuve ahí? ¿Quién carajos? Parece sólo un elemento que no usaron de una obra arquitectónica. Basura. Regresemos al arte de verdad de aquellos maestros renacentistas porque a ésto ni siquiera se le puede llamar arte.

Vasija griega sin título, 14

No entiendo lo que mi papá le ve de interesante a estos cacharros medio pintaditos. Se detiene a examinar cada uno de ellos y empieza a contar historias remotas que seguro ni tienen que ver. Me duelen los pies. Lo único que me alegra es que algún día va a haber un señor igual de raro que examine las ollas de mi casa con tanto entusiasmo.

Ya cumplí mi sentencia

Se libera de sus cadenas un cuerpo amorfo. Parece algo muerto, acabado, rendido, pero los eslabones están atrás rígidos, marcados con el metal firme. Quizá cuando cualquiera termina o cumple una sentencia acaba igual que esa forma de plástico gris. Deshecho, deshumanizado, extraño.

Caminata

Me fascinan las luces y las sombras que logra capturar tan bien. Me impresiona como con un click de su cámara logra el momento perfecto. Obviamente esta foto fue planeada pero ve la mirada de la quinta mujer, la seguridad de la segunda sin miedo a su desnudez, el nervio casi imperceptible de la de hasta la derecha, la sonrisa fugaz de la de los pechos grandes.  Además es genial la crítica que hace cuando la contrasta con la otra fotografía que las retrata casi iguales, pero vestidas.

Estrellas en la noche

No puedo creer que lloré al ver este cuadro. Es que… simplemente es hermoso, tranquilo y las suaves pinceladas intermitentes recrean una paz que seguramente él nunca sintió. Y aunque lo tengo en un poster en mi cuarto no es lo mismo a por fin poder ver el original, y apreciar su textura y emoción... creo que voy a volver a llorar.

Mascara de jade maya

Lleva veinticinco años en este museo viendo a la gente pasar, algunos se fijan en ella y otros pasan de largo. Es una pieza extremadamente valiosa, pero nunca recuperara la magnificencia que otorgó a un rey hace tantos siglos.

Guerra, guerra.

Entiendo por qué este mural deja anonadadas a tantas personas, es que en esos trazos sencillos, monocromáticamente te muestra todo el sufrimiento humano, la destrucción, el llanto, la muerte, como su título lo dice: la guerra. Está impactante, te arruga el corazón, te estruja el alma y ni con esto que todo mundo ha visto en libros, imanes y postales, nuestra humanidad ha entendido.

22 diciembre 2010

Edgardo y Doroteo (cuento de navidad 2010)

¡Hay! ¡Si sí estás mucho más grande que el año pasado! Ya hace bastante que no te veía, bueno que no veía a nadie de por aquí ¿verdad? Pero bueno Doroteo, no me veas así, se ve que todavía no me reconoces, aunque, ¿por qué habrías de reconocer a este pobre viejo? Yo te conocí recién nacido, incluso te conocí antes que tu mamá.  Bueno, para que no te quedes con esa horrorosa duda de quién soy, déjame presentarme soy Don Edgardo y suelo venir aquí todos los años. ¡Pero qué bonita está arreglada la casa! Ahora sí que se ve bien, no le digas a la Sra. Elena, pero mejor que el año pasado con toda esa escarcha y nieve falsa. Me gustan las nochebuenas y la chimenea prendida también, le da un toque muy acogedor a todo esto. ¿Sabes si va a ser aquí la cena? No, claro que no, ¿tú cómo vas a saber? Me gustaría que fuera aquí, me encanta cuando viene la familia, a la niña esta, Sofía, siempre le encanta verme, bueno claro que no sólo a mí sino a todos nosotros, si todos sabemos que el especial aquí no soy yo ¿Apoco no? Aunque tu siempre me ves como si quisieras comerme Doroteo y a nadie más ves así, anda échate unos pasitos más para allá, que me atosigas, muy bien, así sentadito me caes bien.

Me voy a alejar un poquitito para no ser tan obvio, lo que pasa es que ya pusieron todas esas figuritas otra vez.  En una de esas me puedo comer una sin que Elena se dé cuenta, no como el año pasado que cuando le mordí la cabeza al negrito ese, me dio un buen guamazo, me lo quitó de la boca y se fue a pegarle su turbantito muy enojada. No me gusta la navidad. En especial cuando la cena es aquí. Entonces Elena se da la tarea de cocinar (cosa que nunca hace en el año) y yo que quiero ser el primero en probarlo siempre acabo regañado y sin comer nada. Además en estas épocas no me dejan entrar a la sala, hace demasiado frío,  Elena y Pedro ni me pelan y como a cada ratito viene gente, a cada ratito me encierran en el garaje. Lo único que me gusta son las figuritas, en especial ese pastor simpático.

Pues yo soy pastor, fíjate nomás. Los tres borreguitos de ahí adelante y éste de mis hombros son todos míos, pero no te preocupes, el corderito de acá arriba no pesa tanto como parece y no crece como tú. Todos los años lo traigo cargando y todos los años vengo vestido igual, así de ridículo ¿tú crees? Con el bastoncito chueco, la barbita medio larga, las ropas de un azul chillante y el tocado pasado de moda. Pero ni me quejo, la mera verdad es que con tal de salir de esa caja todo es bueno. Lo que pasa Doroteo, es que cuando se acaba la temporada navideña yo no me voy de la casa, sólo que a cada uno de nosotros nos envuelven en periódico y nos meten a una caja de cartón donde guardan todas esas cosas que no sirven. Y déjame decirte que ahí si no hay distinción, a todos, con o sin aureola nos guardan igual, ángeles, pececitos, burro, pastores, virgencita, pesebre, buey, rey, camello, estrella, niño. Imagínate casi un año entero ahí encerradote, créeme, Se siente bien respirar aire fresco, ¡pero aire fresco! ¡¡No tu apestoso aliento! ¡No Doroteo, no te acerques!

Huele como a barro el pastorcito, me gusta, definitivamente es el que mejor huele de todas las figuritas. También me gusta el borrego que trae en la cabeza, es como dos en uno, me como dos, sólo se dan cuenta de uno. Creo que Pedro y Elena a veces subestiman mi inteligencia. Bueno a veces creen que soy demasiado inteligente y me dicen cosas que no entiendo y les ladro y me regañan porque no entendí. La verdad es que son buenas personas, llegué aquí hace dos años y la verdad es que me gusta, me apapachan, me sacan a correr, y aunque el bebé llegó hace 6 meses me siguen consintiendo bastante. Yo creo que Lucio, su hijo, cuando crezca también va a ser así, divertido. Viene gateando, quiere decir que hay viene Elena, un paso para atrás, que parezca que no quiero al pastorcito.

¡Doroteo! ¿Por qué no me habías contado? Sé que existe una barrera de lenguaje entre nosotros pero, ¿no pudiste medio explicarme que la Sra. Elena tiene un hijo? ¡Caray! Pero si es adorable, me pregunto cómo se llama la hermosa criaturita. ¿Por qué te vuelves a acercar? No me gusta esa mirada pero para nada. Si pudiera moverme y fuera un pastor de verdad, más grande que tú, ya te hubiera soltado un palazo. ¡Maldita estatura! Me choca estar hecho de barro. Sé que no es bueno quejarme Doroteo y me encanta formar parte de esta pequeña escenificación hogareña del nacimiento de Jesús, pero así como te quise desde que Pedro te envolvió en esa caja de regalo, no se me ha olvidado el incidente con Baltasar y por ende te tengo un poquitín de miedo, yo sé que ya no eres un cachorrito impulsivo, pero… ¡Guácala Doroteo! ¡No me chupes!

Uy sí sabe bien, otra lamida, rápido, dos pasos para atrás, lo chupo de nuevo, un paso para atrás, ya de plano hay que arriesgarse y robarlo para saborearlo completito. Una, dos… ¡Hay viene Elena! Hay que disimular, tres pasos para atrás. Voy a mantener al pastorcito vigilado aunque sé que no se va a escapar, el pobre lleva en la misma posición tres años seguidos, desde que llegue aquí.  ¿En cuánto tiempo se ira Elena? Ya se sentó aquí a escribir cartas. Me llama para apapacharme ¿Voy o no voy? Bueno el pastorcito azul puede esperar.

¡Doroteo malo! ¡Qué bueno que ya estás tan lejos! ¿Quién fuera a pensar que el único que se fija en mí es el que me quiere comer? ¿O acaso fue una muestra de cariño? ¿Te frustra que sólo te hable pero no te acaricie detrás de las orejas? Sí, seguro es eso, mira cómo te ves tierno mientras te rasca la Sra. Elena. Perdón, pero es que sabes que yo no puedo hacer esas cosas, gracias por el lengüetazo, confieso que no me gusta, pero seguro es porque  te gusta verme y fue tu manera de manifestármelo porque no entiendo tus ladridos. 

Me encanta cuando Elena me rasca ahí atrás de la oreja. ¡Hay no! Ya se me acabo el veinte porque Lucio empezó a llorar y va con él. ¡Hay sí! Ya me puedo comer a la figurilla del pastor con borrego. Es ahora o nunca, no hay moros en la costa. Una buena mordida y eso es todo. Me voy a la esquina y ni van a saber qué estoy saboreando. Una, dos, tres. Está delicioso, masticable, pero no se despedaza por la pintura plasticosa, sabe bien,  y es divertido hacer esto, pero me siento culpable. ¿Qué va a decir Elena? Ella que me ha consentido tanto los últimos días y le puso tanto esmero a ordenar las figuritas. Tres mordiditas más y lo regreso para que no se enoje, bueno, cinco más. Ya está, aviéntalo de regreso Doroteo, ¡listo! No se nota tanto. Elena viene y lo levanta, me ve feo y me pega en la cabeza, me ve todo tristón, se arrepiente  y me da una palmadita gentil. Siento que el pastorcito me está viendo feo. A lo mejor fue porque le deje el ojo medio chueco.