11 diciembre 2011

Christmas O. (cuento de navidad 2011)

Mi árbol estaba en un hermoso huerto lleno de árboles parecidos, pero sin duda, era el más bonito. Sus ramas eran muchas, pero a mi me gustaba estar siempre en la misma, dejando pasar las horas mientras me balanceaba. Yo vivía muy feliz, colgada de las ramas de mi árbol. Después crecí lo suficiente para tener que dejar de hacer esas cosas. Aparentemente cuando eres grande no puedes seguir colgada de los árboles. Fui la última de mi familia en jugar en ese árbol frondoso, con buena sombrita, y que olía tan rico pero llegó cierta edad en la que simplemente ya no podía seguir haciéndolo, porque ya era y grande y porque además era más hábil cuando era chica porque el último día que estuve en el árbol, me costó trabajo seguir colgada y yo me puse nerviosa mientras sentía como resbalaba. 


Me caí. Nunca antes me había caído de mi árbol y era una altura significativa. Desperté en un lugar sucio y ruidoso, estaba medio magullada, unos cuantos moretones por aquí y por allá. Con todo el alboroto del lugar me tarde en darme cuenta que estaba en un mercado, una marchanta me había recogido cuando me encontró tirada e inconsciente. Poco después de despertar yo seguía atontada, recuerdo que la vieja vendedora me entregó amablemente a una señora. Supuse que ella me iba a cuidar. Me subió a un coche lleno de compras y cuando llegamos a su casa me dio un buen baño y me sobó mis moretones. 

Pensaba que la señora era buena, hasta ese momento en realidad lo parecía, pero después, violentamente me encerró junto con muchos otros en un lugar oscuro que olía a periódico mojado. Y además, seguía metiendo a tantos más que pronto hasta me costó trabajo respirar. No me podía mover y no distinguía quién me lastimaba y a quién lastimaba yo cuando me apretaban hacia el fondo. De repente, en el ruiderío, escuche mi nombre, alguien me llamó: ¡Juliana! ¿eres tú? Aparentemente, mi tía Alicia estaba ahí encerrada también. Estuvimos platicando un buen rato, ella había corrido una suerte parecida a la mía y no sabía donde estaba el resto de la familia. 

Poco a poco nos íbamos moviendo todos los que estábamos ahí dentro pero nadie nunca logró pararse y mucho menos estar cómodo. Después de platicar con mi tía, me quede dormida unas horas. En el encierro era lo mejor que podía hacer. Soñé que me balanceaban en el aire, me arrullaban y volaba de un lado al otro, como si fuera un trapecista en el aire, colgado de una cuerda y volando. Volando. Cuando estaba en mi árbol siempre envidiaba a los pájaros, ellos volaban y ahora yo volaba. Era como un pájaro que surcaba los aires. 

Un golpe me despertó. Ahora sí, todos volábamos. Era un terremoto. Los golpes eran constantes, todo se movía alocadamente, era un caos dentro de nuestra oscura celda. Me estrellaba contra sus paredes, contra los otros. Yo no entendía lo que pasaba, sólo escuchaba gritos, me dolía todo, me pegaban y todavía sentía que volaba pero violentamente, más como una bala que como un trapecista. El terremoto a veces paraba, pero reanudaba poco después, a veces con mayor intensidad, a veces con menos. Parecía que estaba en una nave espacial averiada que explotaba, que era imposible de controlar. De pronto, me llegó un gran rayo de luz, estaba un poco cegada por el tiempo tan largo que llevaba a oscuras. El terremoto seguía, otro pequeño rayo de luz, otro más. Mi vista se adaptaba pero todo daba vueltas y no conseguía ver nada. Parecía montaña rusa, de esas que marean y te rompen la espalda y te pegas en la cabeza. 

Súbitamente la celda se abrió y caí varios metros. El golpe que me di fue más fuerte que cuando me caí del árbol, salí disparada y me estrellé contra el suelo. Incluso solté unas lagrimitas de jugo de mandarina. Menos de un segundo después, sentí que varios gigantes se abalanzaban sobre mi. Cerré los ojos y cuando los abrí un niño me abrazaba. Estaba el muy contento y su sonrisa me tranquilizo. El niño me llevó con su madre: ¡Mira mamá! ¡Mira lo que agarré! ¡Mira lo que me tocó! Esta medio magulladita pero ¡es mejor que los cacahuates! 

22 noviembre 2011

Diez años de pan tostado

Ella se ríe a carcajadas ¡Qué güey eres, lo quemaste! ¿Y qué apoco así no te gusta? dice él riendo también, mientras agita el pan demasiado tostado sobre el suelo de la cocina. Anda prueba. Le mete un pedazo de pan a la boca y ella lo escupe, más por la risa que por el sabor. Mmmm, está delicioso ¡no sabes! Él la abraza y los dos tiemblan con una risa incontrolable. En una de esas con mermelada ya sabe  mucho mejor. Se zafa del abrazo y toma el bote del refrigerador, lo abre y precipitadamente le da un dedazo y trata de meter el menjurje de frambuesa en la boca de él. Él se da cuenta y ella le atina sólo al cachete. Ríe y le limpia la mermelada de un beso. Él la abraza y besa sus labios con sabor a pan tostado, y mientras, sin que se de cuenta, toma mermelada con su dedo y se la embarra en el cuello. Los dos ríen y lloran de la risa. ¡Uchas!, yo que me casé contigo porque quería que me hicieran de desayunar ¡y tú que quemas hasta el pan! ¡No te hagas te encanta! ¡Me fascina! ¡Soy el chef del pan tostado! ¡Y la mermelada! ¿Quieres más mermelada? Le mete una cucharada grandota a la boca, ella quiere decir algo pero ya no puede y sólo se escuchan las risotadas de él que la abraza, tirados en el suelo de la cocina, y las carcajadas de ella, ahogadas frambuesa. Así siguen las risas de alegría que duran todo el día de pan quemado. 

Ella está enojada. ¡Qué imbécil eres, lo quemaste! ¿Y qué poco no te gustan las cosas chamuscadas? dice él encabronado también, mientras avienta el pan demasiado tostado al plato. Si no lo quieres hazte otro. Ella lo muerde y lo escupe, más por el orgullo que por el sabor. Está asqueroso, ¡no sabes hacer ni pan Bimbo! Él le agarra la muñeca y los dos tiemblan conteniendo los impulsos de golpearse. En una de esas con mermelada sabe menos peor. Se zafa de sus manos y toma el bote del refrigerador, lo abre y precipitadamente embarra el menjurje en su pan, con la intención de salpicarle a él. Él se da cuenta pero atina una gota al cachete. Frunce el ceño y limpia la mermelada con una servilleta. Él la aparta y maldice su bocota con olor a pan tostado, y mientras, sin que se de cuenta, vacía la mermelada en el suelo. Los dos se enojan y gritan desquiciados. ¡Carajo!, diez años casados y te sigues portando como niño ¡y sigues quemando el pinche pan! ¡Antes te encantaba! ¡Lo odiaba! ¡Eres una loca del mal! ¡Y con razón! ¿Quieres más razones? Le apunta agresivo con el dedo a la boca, ella puede decir algo pero ya no quiere y sólo se escuchan los golpes que él da a mesa, encajados en el suelo de la cocina, y los resoplidos de ella, exentos de frambuesa. Así siguen los corajes que duran todo el día, con el mal sabor del pan quemado.

26 octubre 2011

Café 1.

Después de estar dos minutos dentro del horno de microondas, la taza de café estaba de nuevo caliente. Lucas la tomó con sus dos manos y sopló un poco, leyó un papel que estaba sobre la mesa de la cocina pero al ver que era una vieja lista del súper, rápidamente la arrugó y la tiró al basurero. En ese momento tocaron el timbre. Lucas dejó la taza sobre la mesa y desganado fue a abrir la puerta. Cuando vio a los testigos de Jehová los corrió de una manera grosera pero bienintencionada. Regresó a su casa, tomó su laptop cuya pantalla estaba débilmente detenida por un maskin-tape y se dispuso a escribir por fin el largo y sentimental e-mail que por muchas semanas había querido enviar a Penélope. El café, en la cocina, se volvió a enfriar.

Martha estacionó su Mercedes en dos lugares y le dejó las llaves a su guarro que ocupaba otros tres con su camioneta. Con sus enormes tacones hizo una escena al entrar al Strabucks pues aún disfrutaba que la voltearan a ver, pero cuando se dio cuenta que a pesar de que se había presentado a la cita diez minutos tarde, su hermana menor no había llegado, vaciló y se acercó a la barra. Pidió un caramel macchiato venti descafeinado con leche deslactosada light, extra caramelo y sin crema batida. Entonces, para no verse sola le marco a Joaquín quien como de costumbre ignoro su llamada, así que ella fingió que conseguía hablar con su esposo amoroso mientras daba sorbos a su bebida. En eso, llegó Lucía y ella pretendió una dulce despedida y abrazó a su hermana.

Puntualmente sonó el despertador por tercera vez y Penélope estiró su mano para apretar de nuevo el botón de su celular que cordialmente le otorgaba diez minutos más de sueño, pero al hacerlo tiró el vaso que descansaba sobre su mesita de noche y rápido despertó con la reacción de salvar a sus libros del agua. Cuando volvió a ver la hora en su celular se dio cuenta de que ya iba veinte minutos tarde. Con sueño se envolvió en su cobija y la arrastró hasta la cocina para servirse el café que la esperaba listo para beberse. Su taza era el doble de grande que lo normal, pero aún así le quedaba suficiente líquido en la cafetera para unas tres iguales y sólo para ella. Después de oler su café le dio un buen trago, se apretó su cobija y sin soltar su taza salió por el periódico. Cuando en una de las páginas vio la foto de la boda de Santiago, se soltó a llorar, derramando unas gotas de café sobre su periódico y su cobija.

Lucía estaba de muy buen humor esa semana y quería consentirlo, así que ese Domingo lo dejó durmiendo y después de bañarse y arreglarse, bajó a la impecable cocina; preparó unos chilaquiles de chile güero con la receta de su tía; picó un poco de papaya a la que le puso limón y sal y sirvió dos tazas de café. La de ella tenía poco café y mucha leche y la de él, lo opuesto. Lo ordenó todo en una bandeja que adornó con un estilizado florero y subió las escaleras para sorprender a su nuevo marido con el desayuno en la cama, pero cuando entró al cuarto, Santiago ya no estaba ahí.

Su secretaria puso otro sobre en su nueva máquina de express. Era el quinto café del día para Eduardo que había pasado la noche en blanco preparando el papeleo para la reunión que sin duda era de extrema importancia. Se tomó el café de un solo trago y se sentó en la sala de juntas que ya estaba lista. Sólo faltaba que llegara el cliente ricachón. Cerró sus ojos apenas un instante cuando su secretaria le avisó que tenía una llamada de emergencia. Él se veía molesto por la interrupción, pero cuando ella mencionó que era su hermano Lucas, cogió el teléfono violentamente, hizo un par de afirmaciones breves, colgó, tomó otro café express y salió a zancadas de la oficina sin explicar a nadie lo que debían de hacer en la junta con Joaquín.

02 octubre 2011

Notas en el parabrisas

Salí temprano del departamento de Marcela y con las prisas de pasar a mi casa por una camisa limpia, no me fijé en el papelito que revoloteaba en el parabrisas. La casa ya estaba vacía, había un desayuno frío sobre la mesa, el cual tiré a la basura, me di un regaderazo y salí corriendo para llegar a tiempo a la oficina. En el tráfico de las ocho de la mañana me fijé de nuevo en el papel azul atorado en los limpiadores y como el periférico estaba parado, me di permiso de sacar el brazo y la mitad del cuerpo por la ventana hasta que atrapé el papel que ya me estaba desesperando. Lo arrugué y lo aventé al asiento del copiloto.

Ese día fue muy cansado en el trabajo, no me dio tiempo de comer y salí hasta muy tarde. El tráfico de regreso ni se diga. Estaba ya estacionado afuera de mi casa cuando me volví a fijar en el papel. Lo iba a tirar a la basura pero me di cuenta que tenía algo escrito a mano y no era cualquier panfleto. Me volví a sentar en el coche y lo aplané para leerlo.

La letra era desordenada y estaba escrito todo medio al aventón. Lo transcribo aquí tal cual (con todo y las faltas de ortografía) para que no digan que estoy exagerando cuando lo cuento.

Ernesto:
Me has hecho vivir una pinche mentira toda la vida y yo de pendeja que voy y te creo. no puedo creer que TU coche estaba aquí afuera de SU casa cuando me dijiste que ibas a un viaje de negocios, eres un patán, fasilote, estupido… ni siquiera vale la pena decirte todas las mierdas que ers y no se te ocurra volverme a hablar NUNCA. no puedo entender como creí que podías cambiar. Si te vuelvo a ver te parto la madre mejor quédate aquí con tu piruja esta y no trates de volver a verme. Te lo lo advierto imbécil. Si vas a hablar con alguien va a ser con mi abogado que te va a dar los papeles de divorcio ya la casa es mía, quédate con el pinche jetta. Te odio. No, Ni vale la pena odiarte. Vete a la chingada. Nunca vas a conseguir a nadie como yo vas a conseguir nunca.  Greta.

Me baje desconcertado a la casa que estaba vacía. Para colmo se me habían olvidado las llaves y no podía pasar. Le di vueltas al asunto largo rato, tenía hambre pero ahora sí que la tenía que esperar. Por fin llegó mi hermana, cenamos juntos y le conté de la carta, pero ella tampoco conoce a ningún Ernesto y a ninguna Greta.

21 junio 2011

El ejemplo

Mi bisabuelo, Gregorio Merino, creció en un rancho llamado El Chilar en Tabasco. Vivía con sus abuelos que fueron los encargados de su educación. El abuelo de mi bisabuelo, mi chosno, creía que la mejor manera de educar al pequeño Goyo era con el ejemplo, era importante enseñar y educar a través del ejemplo y la mera verdad es que mi bisabuelo sí aprendió.

Si mi abuelo se robaba algo o hacía alguna maldad o travesura, le enseñaban con el ejemplo. Siempre el ejemplo, el pobre ejemplo.

Pobre, porque el ejemplo era un chamaquito de su edad que trabajaba en el rancho. Y si Goyo hacía algo no debido, iban a darle cinturonazos al ejemplo. Si Goyito se merecía un zape o un manazo, se lo daban al ejemplo, pero claro que Goyo lo tenía que ver, si no, ¿Cómo iba a aprender?

Cuando acababan de "zumbar" al pobre ejemplo le decían a mi bisabuelo ¡Esto te va a pasar a ti si vuelves a tomar los huevos de codorniz! ¡Así te vamos a dejar si sigues con tus maldades! Y mi bisabuelo veía y aprendía del ejemplo.

07 junio 2011

Transición

La eterna y típica carretera a Villahermosa con la familia. Yo hasta atrás de la camioneta, medio dormida a mis ocho años. El radio sin música, pura gente hablando y qué aburrido, mis papás escuchan con atención. En eso, de pronto entre paisajes muy diferentes al DF, mi mamá empieza a gritar emocionada, no entiendo lo primero, después escucho: ¡Es un hecho histórico! ¡Están viviendo algo histórico! ¿No están contentos?

Resulta que ganó Fox, y yo en la carretera sonrío con mi familia, sin entender que el reinado del PRI acabó, y pensando en ese hombre simpaticón, de bigote y botas, que México, (más infantilmente que yo en la carretera) creía que era la salvación a problemas que yo no entendía.

Todos sonríen y regreso a dormir, es lo bueno del asiento de atrás.

03 abril 2011

Carretes de hilo.

Estábamos en Villahermosa, en el parque de La Choca. El sol abrasador no me dejaba verlo, él se alejaba cada vez más y yo aunque corría lo perdía de vista cada vez más seguido. Mis manos ya estaban quemadas pero no me importaba la línea marcada en mi palma. Trataba de distinguir sus rasgos, sus colores y sus formas que hace poco estaban en mis manos, pero veía sólo un punto transparentoso que me abandonaba.

Nunca se enredó con nada ni nadie, ni siquiera con otro de los varios que viajaban a su lado; todo el ambiente cálido, además de la personalidad y dedicación que las manos artesanas le pusieron lo llevaron lejos, más lejos que ningún otro que haya visto.

Voló como una hoja en el aire, yo quería que llegara lejos pero no quería soltarlo y seguí dándole vueltas a los carretes de hilo como Teseo en el laberinto, hasta que ya no hubo más y entonces se fue, se soltó de mis manos y huyó mi papalote para perderse ente el cielo azul bombardeado de pájaros que anunciaban con cantos que pronto sería el atardecer mientras se dirigían a los árboles enormes de Tabasco.

29 marzo 2011

Rebelión

Los viejos antinacionalistas fraguaron el plan del levantamiento en Noviembre, sin ser estruendosos o demasiado idealistas. Mientras unos de ellos referenciaban innumerables términos políticos que no entendían, otros parecían zozobrantes argonautas llenos de arcaísmos. En su rebelión de invierno no aporrearon los timbales y sus flautas viejas no emitieron ecos a ningún joven. Y así, se hundieron rápido sus barcos de banderas verdes en altas y saladas olas de mar y fuego.

10 marzo 2011

Jacarandas

Jacarandas que brotan moradas y sinceras
vivo, floreado recuerdo
efímero,
de lo que eras.

Sus manchas alegres sobre las ramas delgadas
sonríen bellas, contentas.
Jacarandas
árboles que halagabas.

Y así coquetean con el cielo de marzo
envuelven bugambilias.
Colorido,
idílico escenario.

Con toda su simpatía, me producen a mí,
la sutíl melancolía.
Ojos, risas,
a un año, tu sonrisa.

Tontas jacarandas, un marzo te despidieron
pero contigo no volvieron.
Regresaron,
tristemente sólo ellas.


Jacarandas que brotan moradas y sinceras
vivo, floreado recuerdo
efímero,
de lo que eras.

Amigdalitis

Puso sus pies sobre la alfombra gris, se estiró y se levantó esperanzado de su cama, la primera vez en varios días. El consideraba que por fin se había restablecido completamente de esa amigdalitis, a su juicio, su garganta estaba abierta y sana, dispuesta a entonar cualquier nota de tenor como antes podía.

Jerónimo se dispuso a cantar de nuevo, se imaginaba en uno de sus galantes trajes de ópera frente a un público enorme que lo observaba perplejo, maravillándose con cada verso que salía de su boca. En realidad estaba ojeroso, descalzo y en una sucia pijama frente al espejo de su baño.

Levantó el pecho, carraspeó confiado, se miró a los ojos y se dispuso a cantar su pieza predilecta de Tosca. No escuchó nada, el imaginario público esperaba desconcertado. Sorprendido tomó un trago de agua y quiso entonar una simple canción de Ray Charles. Nada. El imaginario público se iba desesperado, los actores y los tramoyistas lo veían perplejos y enojados.

Trató de hablar, de gritar y el miedo hizo que gritara de verdad pero aunque vio en el reflejo su boca abierta y la deformación de su cara, tampoco escuchó ningún sonido. Sin embargo, cuando entendió que nunca más escucharía su voz, oyó el golpe furioso que rompió el espejo del baño frente al cual, una vez se paró el cantante de ópera más prometedor de la década.

07 febrero 2011

El café de Antonio

Cada quién frente a su café. Antes de que le recalienten el suyo por primera vez, tapa su taza con su larga mano como si no quisiera que entre el frío ni escape el calor.y dice:

Ja! Este lobo le pone mucha azúcar! Ja! 

Mira que yo era igual de joven hasta ese día. Era la primera vez que invitaba a salir a la mujer, la llevé a un restaurante muy finoles por que a ella sí que quería impresionarla. Cené contemplando sus largos ojos almendrados y sus pómulos como de Audrey Hepburn que me atraían tanto. Después de mi pato a la frambuesa y su salmón con mantequilla, pedimos el postre y dos cafés. Cuando los trajeron, como de costumbre, ordené para el mio un buen chorrito de leche y cuatro cucharadas de azúcar, ella me miró como asqueada con sus enormes ojos bien abiertos: ¿Le vas a poner azúcar? 

Claramente no aprobaba. Entonces con pena, lo pedí negro. 

Y me enseñó bien. Desde ese día no he tomado el café sino negro, nada de azúcar ni leche, que es como se debe tomar. La mujer sería Landa, pero era muy inteligente.  

¡Mesero! ¿Me puede calentar esto? Esta frío. Y bájale a la maldita música.

04 febrero 2011

Nariz

El problema es simplemente que soy narizón. Excesiva y ridículamente narizón. Mi nariz mide 23.5 centímetros de la punta a las cejas, y para colmo, es ancha y  aunque cae en picada sobre mi boca, al final está un poco respingadita. Me veo chistoso, si por eso divierto a la gente, pero aparte de eso, mi nariz es un verdadero problema.

 Además de que me apodaron “el pez espada” desde primaria, a las mujeres les da miedo besarme y la verdad es que ni siquiera quieren porque aparte de chistoso me veo feo. Tengo 25 años y nunca he sentido los labios de una mujer en mi boca, y la única que lo intentó (por apuesta) ni siquiera logró besarme porque mi nariz se lo impedía.

No he tenido mujeres pero tampoco verdaderos amigos, ni siquiera en kínder. De pequeño, las mamás de mis compañeros pensaban que tenía un tipo de enfermedad contagiosa y no dejaban que sus hijos se acercaran a mí con miedo de que les saliera una aleta como la que yo tenía en medio de la cara, pero ellos fueron definitivamente más suertudos y crecieron con narices normales.  Primaria fue horrible para mí, mis años de secundaria y prepa, un completo infierno. Y el primer día de la carrera renuncié a ella porque tres maestros me sacaron del salón porque pensaron que me burlaba de ellos, sin darse cuenta que eran ellos los que se reían de mí.

 No he tenido amigos jamás, la mayoría de las personas que conozco no pueden evitar hacerme burla o simplemente se ríen intermitente cuando me voltean a ver y los pocos allegados que no se burlaron de mi característica física (mínimo no frente a mí) acabaron desesperándose de las limitaciones que me causa.

En la cuestión laboral, mi nariz también es un problema. Cuando era joven quise ser motociclista, y la verdad es que era talentoso, pero la pantalla del casco nunca cerró. Mi carrera política fracasó por la cantidad de caricaturas que hicieron de mi cuando apenas era un achichincle del presidente municipal, no se hable de la cantidad que surgieron el año entero que fui maestro en una secundaria. Por último intenté trabajar en una revista pero resulta que eso tampoco funcionó.

Esto es porque mi nariz acorta enormemente mi visibilidad. Tengo problemas de columna y unos dolores de cuellos tremendos que no permiten que duerma bien, todo porque me tengo que doblar de unas maneras muy raras para leer, escribir, dibujar y pintar.

Esta nariz no sólo me impide ver papeles sino también mi propia comida así que tres veces al día me lastimo los ojos moviéndolos como bizco, o como montaña rusa. Claro, esto además de lastimar mi espalda y mi cuello. Hay otros alimentos que simplemente me es imposible comer porque no caben entre mi boca y mi nariz, como los elotes y los helados en cono, los cuales siempre he querido probar.

Es triste que algún día pensé que mínimo podría obtener un Record Guiness, y hacerme de una buena lanita, pero claro que siempre resulta que hay un hindú mejor que tú, o bueno, peor porque su nariz mide 23.8 centímetros, tan sólo .3 más que la mía.

Y a lo mejor el mundo que quiero ya dejar, pensará que pudiera ser comediante, ya con un gran “bonus” de chistoso incluido a la mitad de mi cara. Pero tristemente mi talento es más bien matar los chistes. La gente sólo se ríe de mi nariz no de lo que cuento y luego se hartan y se aburren, ante semejante personaje trágico que parece que tiene pico además de boca.

La gota que derrama el vaso es que mi nariz es “no operable” nunca he entendido por qué, ya que el lenguaje médico me parece muy complejo. Pero he recurrido con más de 59 cirujanos de diferentes ideologías y nacionalidades, incluso les he dado su mochada a algunos, pero sin excepción, todos, después de horas de analizar radiografías y otros tipos de muestras, sólo han agitado su cabeza y me han dicho que es simplemente imposible. Mi nariz es un suceso extraño e incomprensible para la medicina tradicional, oriental, alternativa y occidental.

He decidido quitarme la vida. No culpo a nadie,  ni a mí mismo. Es sólo por un problema que he acarreado toda mi vida. El problema es simplemente que soy narizón. Excesiva y ridículamente narizón.

03 febrero 2011

Té y vino.

No estuviste en estas fechas "familiares".Y la prueba final fue superada. Bueno según ésto, la verdad no fue tan difícil, hasta la pasé bien con los regalos y los guantes de nieve, y sólo unas pocas palabras se pronunciaron sobre ti con un tono amable, triste y solemne.

Pero aún sueño contigo y todavía te recuerdo, creo que diario, con cariño y melancolía. Y te extraño, siempre, todavía. Porque todavía siento que estás de viaje y vas a regresar, que te fuiste por un tiempo pero vas a volver a desayunar y acariciarme la mano y me vas a ver con tus grandes ojos azules, con tus viejos ojos azules, con tus octogenarios ojos azules, con tu singular nariz, tu curiosa sonrisa. En cualquier momento voy a ir a tu casa y te voy a ver ahí, esperándome con una flor en una mano y un té de frutos rojos en la otra. 

Así que una prueba fue superada mi camborio, pero tal parece que quedan muchas más y entonces tu me apapachas, me ofreces vino tinto y ríes silenciosamente. 

Clase

No puedo evitar cabecear. Ya ni siquiera la estoy pelando, qué aburrido. No puedo más, ya qué, tendré que aguantar sus gritos después. Caen mis párpados, caen mis manos con el lápiz, finalmente cae mi cabeza sobre el cuaderno. Poco a poco su voz se escucha más lejana.

Estoy con Jerónima en el zoológico, compramos un tigre bebé y ya de grande paseo con él en Central Park. Visito la India, viajo en el mar ¿Éufrates? dentro de un submarino junto con Jerónima, Enrique VIII, el tigre alado y Sean Penn, al que llamo mi tío. De pronto, nos hundimos como pesas. Claramente es culpa de Enrique, así que lo tiramos y lo ahogamos. Sus gritos son grandes: ¡Paulina!

¡Despiértate Paulina! ¡Ni creas que te puedes dormir en mi clase! Salte y llévate tus dibujitos, vete a dormir a otro lado con tus dragones y tus tigres. ¡Ya quiero ver que ellos no te reprueben! Tomo mis dibujos y salgo. Apenas capto y aún somnolienta me echo a dormir en el pasillo bajo el sol que arrulla.

De nuevo el océano Ganges con sus algas de serpientes y el pulpo morado pegado al submarino. El mar y las cadenas arrastran aún a Enrique VIII, de pronto se transforma, no es el gordo rey, el que se ahoga entre los peces es ahora mi maestra. Mientras gime y grita desesperada que tiene miedo y que me salga de su clase, los tigres y los dragones ríen conmigo eternamente desde el barco.

31 enero 2011

Desconfianzas

R- Hola preciosa, soy Ramón.
M- Encantada, me llamo María
R- Lo sé, lo sé, te reconocí. Aunque claro que eres mucho más bonita que en tu foto, y eso está difícil.
M- Ah, gracias.
(minuto de silencio incómodo)
M- ¿Sabes? No suelo hacer esto... No creas que estoy tan desesperada ni nada por el estilo, una amiga hizo mi perfil y todo.
R- Pero pues, ¡Qué bueno que lo hizo!
M- ¡Ay no! Bueno sí, no sé.
R- Me da gusto que lo haya hecho, si no, no te hubiera conocido bombón
M- (murmullo imperceptible) No me conoces...
R- ¿Qué?
M- Nada, es un bonito día.
R- Sí, pero créeme, no tan hermoso como tú.
(minuto de silencio incómodo)
R- ¿ Quieres un café?
M- Sí, americano por favor.
(Ramón se para y tras unos minutos regresa con dos tazas de café)
R- Aquí tienes, ahora, cuéntame de ti, guapa.
M- No hay nada especial.
R- Anda, no seas tímida, platicabas más en el chat.
M- Sí.
R- Pues bueno, te cuento yo de mí, me dedico a trabajar en un banco, pero como soy de los administradores, digamos del nivel más alto, no tengo mucho tiempo libre y como siempre estoy trabajando o solito en mi casa, no tengo tiempo para conocer a nadie, es por eso que provee en Internet. .. Tú dime, la verdad no fue tu amiga ¿O sí? Cuéntame, ¿Por qué estás sola siendo así de atractiva y sensual?
M- Sí fue mi amiga, yo no haría algo así
R- Como sea, pero estás sola, porque te encanta la página, siempre comentas, subes fotos y hablas mucho, además coqueteas con todos, picarona.
M- No tanto.
R- Claro que sí... ¿Por qué crees que estoy aquí?
M- No es cierto.
R- No seas penosa belleza, dime la verdad.
M- Perdón, tengo que irme... (se para y se va) 
M- (A si misma) ¡qué raro tipo!
R- (a si mismo) más perfil falso... si por el chat a cada rato se ofrecía a hacerme favorcitos. Carajo.
(15 minutos después)
R- Bueno, ya qué. Regresemos a voltear hamburguesas.

25 enero 2011

Desayuno

Es que sólo no entiendo. Picas unos cuadritos de jamón y unos cubitos de queso. Truenas dos huevos en un plato hondo, los bates con un tenedor y le agregas sal y pimienta. En un sartén pones un poco de aceite y ya que está caliente le pones el jamón, después el huevo y al final el queso. Lo revuelves hasta que este listo y lo sirves. Todo esto te lleva un buen rato y yo no entiendo. Tú como siempre desayunas cereal, te lo sirves y le pones leche muy fría. Te sientas en el lugar puesto a la derecha como todos los días y colocas los huevos revueltos en el de la izquierda. Nunca he entendido por qué le sigues preparando el desayuno a Roberto si nunca lo va siquiera a tocar, si lo enterraron hace ya cincuenta años.

17 enero 2011

Moon Boom

La colosal explosión fue vista en casi todos los puntos del planeta.

En casi todos los puntos del planeta las personas quedaron sorprendidas, boquiabiertas y pasmadas.

Quedaron sorprendidas, boquiabiertas y pasmadas, la NASA y semejantes, los astrónomos del mundo, aquellos que no lo previeron con tecnología y telescopios, todos.

Con tecnología y telescopios, todos quisieron constatarlo, ella ya no existía.

Ella ya no existía, el satélite natural de la tierra, un meteorito enorme había acabado con ella.

Un meteorito enorme había acabado con ella, la luna querida por tantos.

La luna querida por tantos, amada por los lobos que aullaban pero ya no a ella, necesitada por las mareas ahora desprovistas de fuerza.

Ahora desprovistas de fuerza no estaban las estrellas que brillaban más pero por la noche tanto como ella no alumbraban.

No alumbraban a todas aquellas personas y paisajes aniquilados por los pedazos de meteoro y luna, la ahora llamada materia espacial.

La ahora llamada materia espacial resultó contener una gran cantidad de tóxicos peligrosos.

Gran cantidad de tóxicos peligrosos contaminaron las aguas y acabaron con tantas plantas, animales y personas tristes.

Personas tristes volteaban al cielo esperando que tan sólo fuera un ciclo lunar, que una nube se moviera y estuviera ahí de nuevo la hermosa luna.

De nuevo la hermosa luna fue llorada no sólo por personas, mares, lobos y plantas sino por la Tierra misma.

La Tierra misma que agradecía a la que fuera su eterna amiga el haberla protegido del golpe, de haber muerto por ella, gemía y gritaba, lloraba.

Gemía y gritaba, lloraba, hasta que Júpiter la escuchó y le lanzo de regalo a uno de sus múltiples satélites, Calisto.

Calisto llegó y ahí donde estaba la previa luna, se quedó.

Donde estaba la previa luna se quedó la nueva, pero pronto a su gran planeta regresó.

A su gran planeta regresó porque allá en la Tierra no la querían, no era la original y no servía, era comparada, no encajaba en los zapatos, no les satisfacía, mejor que se fuera y sólo regresara el tiempo.

Sólo regresara el tiempo, el tiempo y la vieja luna que desapareció en la colosal explosión.


06 enero 2011

Entre luces de faroles

Las minúsculas luces de los faroles iluminaban su fatigada silueta. Era un adulto lo suficientemente atractivo, maduro y cansado, caminaba sin ganas a enfrentarse a ella, aprensiva, dependiente y demasiado melosa. Lo único que motivaba sus lentos pasos era la seguramente sabrosa cena y el calor de la chimenea que ella siempre mantenía encendida.

Sobre su oscuro pelo caía la nieve y sus pies dejaban un rastro de penosas huellas a cada paso que daba, su nariz estaba ligeramente roja al igual que sus orejas pero tenía un grueso abrigo azul marino y una cálida bufanda que lo protegían del frío que atacaba su cara como un millar de pequeñísimos cuchillos. Al llegar a la entrada de su vieja casa J se esperó unos segundos, limpió sus botas en el tapete roído y se quitó el guante de la mano derecha para poder abrir la puerta, finalmente dio un profundo suspiro y entró. Dentro había un fuego hogareño que iluminó sus ojeras y sus arrugas de hombre de cuarenta y tantos años. Ella lo recibió con los brazos extendidos y le entregó una taza de café caliente mientras besaba amorosamente su mejilla, le quitó suavemente su abrigo y después de colgarlo, le extendió la mano, que él no tomó, para que la siguiera.

Minutos después, sentada en un sillón, ella observaba como hipnotizada el fuego mientras acariciaba el oscuro pelo de J que dormitaba sobre su regazo. Lo volteo a ver y recorrió con sus cansados ojos y su dedo índice a su querido J, el lóbulo de su oreja, sus cejas gruesas y canas, su barba sin rasurar, sus pestañas largas y delicadas, sus labios partidos que ese día habían besado a otra mujer. Lo veía con melancolía recordando los días de hace tanto, juntos en la playa cuando él la amaba y con ternura la idealizaba. Un rato después ella también sucumbió ante el sueño recostada sobre la espalda de J, abrazándolo como si no quisiera dejarlo ir.

La despertó J con calma –Despierta, ve a la cama que ya es tarde.
- Te dormiste pronto, ni siquiera te acabaste tu café –dijo ella somnolienta.
-Lo sé.
-¿Tuviste un día pesado?
-Un poco, sí, eso creo… -dijo J sobándose el pelo nervioso.
-¿Quieres cenar? Prepare tus platos favoritos, crema de elote y pollo a la pimienta con salsa de limón.
-Gracias, ya comí un poco ahorita.
-¿Te gustó? –Él no respondió -¿Qué hora es? –preguntó ella estirándose y sacudiendo su falda, él miro su reloj. –Hora de que duermas.
-Amor, tengo todo el día para dormir, platícame de ti, del trabajo, ¿cómo van las ventas de la maquinaría esa para los congeladores?
-Ya lo sabes todo, es tedioso, ¿Por qué preguntas?
-Pues es bueno escucharte, siento que cada día te conozco menos, y ya no pasamos tiempo juntos.
-Estoy ocupado, lo sabes –dijo J, seco como el desierto. Ella parecía triste. –Cada vez te siento más distante…
-Eso no es verdad. Voy por agua, ¿quieres?

La cocina estaba bastante más fría que el cuarto adyacente. En la estufa había un pollo frío sobre el sartén y una olla con una sopa clara. Parecía que ninguno de los dos había sido probado aún. Y junto a la pared, una mesa puesta, muy arreglada, para dos personas como si fuera un día especial, con unas velas consumidas en el centro. Mientras él se quitaba su guante izquierdo que aún tenía puesto, lo guardaba en su bolsillo trasero y se servía un vaso de agua, ella empezó a lavar los platos casi limpios que él había dejado en el lavabo.

J la volteó a ver bruscamente - ¿Qué tú no vas a cenar?
- No tengo hambre, sólo cocine para ti.
- Anda, cena algo y vete a dormir.
- No tengo hambre, tampoco sueño.
-Bueno, como quieras, creo que yo ya me voy de todas maneras.
- Pero acabas de llegar… ¿ves cómo me dejas sola?
-Tengo que irme.
-Ella apagó el agua y lentamente dijo, con un tartamudeo casi imperceptible -Sé que tienes muchas mujeres y te importan más que yo, entiendo pero seme honesto ¿Vas con una de ellas?
-No hay otras mujeres, sólo está mi esposa que quiero mucho –Paso su mano cálida sobre el frágil hombro de ella -¿entiendes?
-y qué me dices de la güerita esa del otro día, tonta no soy.
-No digas nada sobre ella.
-¡La trajiste aquí!
-Por favor, no la menciones. –Dijo J tajante como queriendo acabar pronto con la conversación.
-No me hagas encubrir tus secretos.
-No pasó nada, ¿podemos cambiar el tema?
-Me mientes, me evades, me dejas sola todo el día, a mí que soy la única mujer que realmente te ha querido. –Casi gritó ella en un tono orgulloso y lleno de reproche.
-No exageres, por favor, no necesito esto.
-No lo hago, de verdad te quiero – dijo ella en un tono más suave.
- Y yo a ti, -Trato de abrazarla pero ella lo apartó.
-Te sientes obligado, hace mucho que ya no sientes eso por mí.
-Te quiero de verdad, por eso estoy aquí
-Yo también te quiero. -Dijo dejándose estrechar entre los brazos de J. -No te vayas
-Tengo que irme.
-Lo sé…

La luna había salido, junto con las luces de las casas y los faroles de la calle, ésta iluminaba la reluciente alfombra de nieve que había caído. Ya no se veían sus huellas. Al abrir la puerta los dos se estremecieron por el frío. J se puso de nuevo sus guantes y su abrigo, ella alcanzó un gorrito y se lo puso, le dio un beso en la mejilla y él sonrió. Se dieron un largo abrazo.
-Te quiero hijo -Dijo ella
-Yo a ti mamá
-Saludos a tu mujer y a mis nietos… pórtate bien
-El rió –Lo haré.

Cuando él se había alejado lo suficiente caminando hasta su casa ella cerró la puerta y recargada en ella se secó unas lágrimas con el costado de su mano. La realidad es que hace mucho que el ya no era sólo para ella. Ya no era de ella. Subió las crujientes escaleras de madera, haciendo un breve alto a la mitad para fijarse en la fotografía de la playa mexicana. Su pequeño J. Ya en el segundo piso entró a su cuarto, deshizo su chongo blanco del que se desprendieron largos y delgados cabellos, se miró al espejo, él tenía sus ojos, pero no estaban enmarcados por tantas arrugas. Sentada en su cama miro por la ventana y se durmió pensando en las minúsculas luces de los faroles, en la fatigada silueta de J caminando entre ellas.