11 diciembre 2011

Christmas O. (cuento de navidad 2011)

Mi árbol estaba en un hermoso huerto lleno de árboles parecidos, pero sin duda, era el más bonito. Sus ramas eran muchas, pero a mi me gustaba estar siempre en la misma, dejando pasar las horas mientras me balanceaba. Yo vivía muy feliz, colgada de las ramas de mi árbol. Después crecí lo suficiente para tener que dejar de hacer esas cosas. Aparentemente cuando eres grande no puedes seguir colgada de los árboles. Fui la última de mi familia en jugar en ese árbol frondoso, con buena sombrita, y que olía tan rico pero llegó cierta edad en la que simplemente ya no podía seguir haciéndolo, porque ya era y grande y porque además era más hábil cuando era chica porque el último día que estuve en el árbol, me costó trabajo seguir colgada y yo me puse nerviosa mientras sentía como resbalaba. 


Me caí. Nunca antes me había caído de mi árbol y era una altura significativa. Desperté en un lugar sucio y ruidoso, estaba medio magullada, unos cuantos moretones por aquí y por allá. Con todo el alboroto del lugar me tarde en darme cuenta que estaba en un mercado, una marchanta me había recogido cuando me encontró tirada e inconsciente. Poco después de despertar yo seguía atontada, recuerdo que la vieja vendedora me entregó amablemente a una señora. Supuse que ella me iba a cuidar. Me subió a un coche lleno de compras y cuando llegamos a su casa me dio un buen baño y me sobó mis moretones. 

Pensaba que la señora era buena, hasta ese momento en realidad lo parecía, pero después, violentamente me encerró junto con muchos otros en un lugar oscuro que olía a periódico mojado. Y además, seguía metiendo a tantos más que pronto hasta me costó trabajo respirar. No me podía mover y no distinguía quién me lastimaba y a quién lastimaba yo cuando me apretaban hacia el fondo. De repente, en el ruiderío, escuche mi nombre, alguien me llamó: ¡Juliana! ¿eres tú? Aparentemente, mi tía Alicia estaba ahí encerrada también. Estuvimos platicando un buen rato, ella había corrido una suerte parecida a la mía y no sabía donde estaba el resto de la familia. 

Poco a poco nos íbamos moviendo todos los que estábamos ahí dentro pero nadie nunca logró pararse y mucho menos estar cómodo. Después de platicar con mi tía, me quede dormida unas horas. En el encierro era lo mejor que podía hacer. Soñé que me balanceaban en el aire, me arrullaban y volaba de un lado al otro, como si fuera un trapecista en el aire, colgado de una cuerda y volando. Volando. Cuando estaba en mi árbol siempre envidiaba a los pájaros, ellos volaban y ahora yo volaba. Era como un pájaro que surcaba los aires. 

Un golpe me despertó. Ahora sí, todos volábamos. Era un terremoto. Los golpes eran constantes, todo se movía alocadamente, era un caos dentro de nuestra oscura celda. Me estrellaba contra sus paredes, contra los otros. Yo no entendía lo que pasaba, sólo escuchaba gritos, me dolía todo, me pegaban y todavía sentía que volaba pero violentamente, más como una bala que como un trapecista. El terremoto a veces paraba, pero reanudaba poco después, a veces con mayor intensidad, a veces con menos. Parecía que estaba en una nave espacial averiada que explotaba, que era imposible de controlar. De pronto, me llegó un gran rayo de luz, estaba un poco cegada por el tiempo tan largo que llevaba a oscuras. El terremoto seguía, otro pequeño rayo de luz, otro más. Mi vista se adaptaba pero todo daba vueltas y no conseguía ver nada. Parecía montaña rusa, de esas que marean y te rompen la espalda y te pegas en la cabeza. 

Súbitamente la celda se abrió y caí varios metros. El golpe que me di fue más fuerte que cuando me caí del árbol, salí disparada y me estrellé contra el suelo. Incluso solté unas lagrimitas de jugo de mandarina. Menos de un segundo después, sentí que varios gigantes se abalanzaban sobre mi. Cerré los ojos y cuando los abrí un niño me abrazaba. Estaba el muy contento y su sonrisa me tranquilizo. El niño me llevó con su madre: ¡Mira mamá! ¡Mira lo que agarré! ¡Mira lo que me tocó! Esta medio magulladita pero ¡es mejor que los cacahuates! 

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