23 septiembre 2010

Seis... seis.

No se si me de a entender Antonio, pero aquí va, mi queridísimo camborio:

Seis meses. Seis. Medio año. Pero después de toda una vida medio año no es nada. Faltan dieciocho años para que sea media vida, mía, contigo, media vida, mía, sin ti. Cuarenta para que sea lo equivalente a media vida, tuya, sin mí aún. Aunque el tiempo no importa. Lo malo es que el tiempo pasa, y con el borra nuestras huellas, se puede cumplir, seis meses, medio año, media vida y hasta una vida entera sin que llegue lo que espero llegue. O regrese.

Te extraño. Ya por seis meses. Medio año. Parece una vida. Extraño la idea de ti. Extraño lo que te he idealizado. Medio año. Melancolía. Nostalgia. Y tú que no estas. Desde marzo. Seis meses. Medio año. Toda una vida.

22 septiembre 2010

Chente

Curiosas las cosas que haces a veces, cosas fuera de la realidad de los demás que impactan sólo un poco en tu vida, en expresiones pictóricas que nunca tendrán trascendencia. Mírate a ti mismo Chente, estás aquí sentado, comiendo tu mallugada manzana, pretendiendo que me escuchas y que es importante lo que digo, recargado en la vieja mesa de oscuro roble con las manos todas sucias, manchadas de azul, masticas, tragas y vuelves a morder la manzana, me ves, con la mirada perdida porque tú en realidad sólo estas pensando en esa noche, todavía.

Era uno de esos momentos en que te hallabas intranquilo, por la mañana tenías miedo y me gritaste histérico, después, sin que te pudiéramos alcanzar, te fuiste quién sabe a dónde por un camino peligroso, tú muy alterado. Caminaste varias millas descalzo, eso lo sé ahora, cargando tu caja de pinturitas que te compré hace tiempo, hasta que viste a una mujer, fuera quién fuera ella, te asustó más y entonces, sin que te viera ella, lloraste, aventaste tu cajita que se abrió dejando rodar tus materiales, corriste colina arriba y te tiraste a la negra tierra, aplastando la poca hierba que existía, te revolcaste gimiendo, gruñendo, gritando, enojado sin razón alguna. Esto probablamente duró varias horas, especialmente porque yo había perdido tu rastro y no estaba ahí para tranquilizarte.

Siempre fui yo el único que te pudo calmar en tus ataques nerviosos, no pudo mamá con sus delicadas y frías manos ni nuestro padre con su áspera mirada enmarcada por las gruesas cejas que heredaste, ni otros hermanos, ni los doctores, sólo yo. Lástima que ese don que tengo haya causado que dependieras de mí toda la vida, sin ofender.

Quisiste manchar algo con tus pinturas, plasmar tu locura y tu furia pero claro que no pudiste porque estaba oscureciendo y tus pinturas se escondían desesperadas bajo el polvo, volviste a gritar, a gemir, a llorar, encerrado en ti mismo, deprimido, hasta que no pudiste más y te venció el cansancio. Exhausto te dormiste para despegarte de tu triste panorama por un rato. Cuando despertaste estabas más calmado aunque sentías la garganta seca, los pies ampollados y los ojos hinchados y entonces, de repente, te alegraron las lucecitas del pueblo, te tranquilizó la luna, te abrigó la sombra del ciprés y las estrellas te sacaron una mueca con ganas de ser sonrisa, igualita a la que traes ahorita, pensando en esa noche intrascendente, todavía.

Renacimiento

Todo fue tan breve. Con fuerza rompí la barrera que por tanto tiempo me había privado de la luz, aunque cuando por fin la vi no fue tanta como me la esperaba. Había muchos puntitos de luz pegados al azul o negro cielo, pero eso era todo. Se escuchaba un ruido como de galopes estrellándose contra el suelo, en realidad era el agua chocando contra la cálida arena. Me dirigí hacia allá, el camino largo, paso a pasito, vi a mis hermanos y hermanas tratando también llegar al mar, faltaba muy poco, me estaba cansando pero mi instinto me decía que continuara, estaba muy cerca, faltaba muy poco cuando una sombra negra se abalanzó sobre mi. Después de mi muerte entre sus fauces, renací en mi forma humana.

01 septiembre 2010

Telefonazo

(Estaba a punto de dormirme cuando sonó el teléfono. Como ya estaba medio amodorrada, me tardé en contestar con voz somnolienta) -¿Bueno? ¿Quién habla? -Pensé que las líneas de ayuda eran anónimas... -Perdón pero está equivocado. (Me dispuse a colgar pero entonces él gritó)-¡Espera! Necesito hablar con alguien, por favor, no me cuelgues, necesito a alguien que me diga que mi vida aún tiene valor -Tu vida aún tiene valor ¿Feliz? -No, espera ¿Puedo platicar contigo? sólo necesito alguien que me escuche -Habla pues, pero no garantizo escucharte así que no esperes mucha respuesta -Estoy en la azotea de mi edificio dispuesto a saltar y necesito que alguien me diga que no lo haga -No lo hagas. -No, en serio, mi vida no vale nada, me he quedado sin trabajo, mis papás no me hablan, mi novia me dejó por otro, tengo un sin fin de deudas y un dolor de cabeza que no me deja en paz... -Estás pa´la basura -Gracias -¿Gracias? -Sí, aprecio tu franqueza, es mejor que las palabras de confianza vacías que me dan aquellos que se hacen llamar mis amigos. -De nada, entonces. -¿Sabes? te imagino muy bonita -¿Sí? -Con ojos grandes y piel morena -Te decepcionarías -Te invito un café mañana -Ah... ¿Y me lo dices cuando estás a punto de suicidarte? -Por favor... -No importa lo que te hayan enseñado en primaria, esas palabras no son mágicas... -Sólo un café... -Tiene que ser broma. Está bien, no sé por qué hago ésto, pero ¿Dónde nos vemos? -... ¿Bueno? -... ¿Bueeeenooooo? (Se escucho un fuerte golpe y nunca volví a escuchar de él.)