Escombros grisáceos que apabuyan el contorno celeste se extienden sobre la metrópoli capitalina, la turba indiferente no se percata del chicloso y efervescente aire que cotidianamente ensombrece los magnánimos contornos de las montañas. La contingencia parece querer encerrar en un fulminante abrazo a todos aquellos seres que proliferan y no se resignan a salir de aquella densa y peligrosa burbuja, la suciedad reborbotea chillando para que la escuchen y la vean pero ellos siguen ensimismados pensando en cosas recónditas e intrascendentes.
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