15 abril 2010

El grandioso soñador

El grandioso soñador se encontraba en un triste desierto, rodeado de dunas de arena color ocre que no producían sombra alguna, alumbrado por un sol brillante y desesperante, recostado con los ojos bien cerrados.

Fue entonces cuando el grandioso soñador comenzó su sueño y vio a una sirena enamorando a un marinero con su melodiosa voz, convivió con los duendes que vivían en un pueblo con tejados de amaranto, luchó contra un dragón escarlata, nadó en las cascadas hindúes de aguas doradas y conquistó el amor de la deslumbrante princesa que habitaba en el palacio de marfil.

Después, viajó en un globo que en realidad era una gran bomba de chicle, conoció a las jirafas de cuello corto y los elefantes azules de puntos naranjas, escaló las pirámides de Egipto, asustó a un solitario fantasma verde, quedó atrapado en la panza de una pantera africana y bailó con un hada a la luz de las estrellas que cantaban.

Continuó su sueño, formó parte de una tripulación pirata del mar Caspio, descubrió la fórmula química de la oscuridad, construyó el edificio más imponente y alto jamás creado, apreció la minúscula altura del hombre más chaparro de Micronesia, amaneció en la copa de un ancho árbol tallado de símbolos ancestrales y pintó un atardecer de color verde esmeralda.

Y así, siguió soñando, recorrió el mundo en un ferrocarril de humo rosado, probó los más suculentos manjares confeccionados en su mayoría con chocolate, manejó la nave de un extraterrestre bastante amigable que tenía un solo ojo, se enamoró de la diosa de la música y caminó descalzo sobre la suave nieve del Himalaya.

Más tarde el grandioso soñador escribió una novela trascendental para la historia de la literatura, entendió el objetivo y el fin de la humanidad, besó a una ninfa nocturna de alas plateadas, coleccionó todos los dulces de manzana existentes, los repartió entre sus allegados, entabló amistad con el conejo de la luna y ésta lo arrulló y quedó profundamente dormido.

Fue entonces cuando el grandioso soñador despertó y se encontró a el mismo en un triste y frío desierto entre dunas de arena color gris que no producían calor alguno, alumbrado por egoístas estrellas distantes, deseoso de volver a soñar porque claramente la realidad no vale la pena.

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