15 abril 2010

Murphy, me caes mal

Me volvió a despertar la alarma de mi celular que sonaba por cuarta vez. Aventé las cobijas y me troné los hombros, me paré y me dirigí al baño, toqué el apagador dos veces pero no prendió la luz. Crucé mi cuarto y apachurre el apagador de la luz del cuarto. Tampoco prendió. Tomé mi celular y empecé a alumbrar, mi hermana salió de entre sus cobijas y me dijo que había unas linternas en su maleta que estaba arriba en la lavandería. Prendí la regadera para que se fuera calentando el agua y salí del cuarto, alumbrada sólo por la débil luz del celular crucé el pasillo, pasé por el comedor y me encontré con Antonia en la cocina, preparaba unos sándwiches igual alumbrada por su celular que brillaba mucho más que el mío, le dí los buenos días y subí las escaleras. Arriba esculqué la maleta de mi hermana hasta encontrar las dos dichosas linternas. Una tenía una luz todavía más tenue que la de mi celular, pero la roja prendía bien. Con la luz nítida de esa linterna alumbré mi camino de regreso, baje las escaleras y caminé hasta mi cuarto, cuando llegué se prendió la luz.

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