20 abril 2010

Sin remitente

Hace cuatro días recibí la carta de un anónimo que me dejó consternado y completamente anonadado. La carta venía escrita en tres hojas dentro de un sobre verde tamaño carta sin timbre postal y la encontré en el suelo mojado cuando llegué del trabajo. La primera hoja, un poco húmeda, escrita con una letra apretada y firme decía lo siguiente:


Martín:

Tú ahora no sabes quién soy y espero que ese hecho se mantenga de esta manera. No me conoces y espero que nunca intentes hacerlo.

Quiero hablarte sobre Rosario para que puedas entender por qué te dejó. No pretendo excusar su actitud, justificar sus acciones ni redimirla ante tus ojos, pero considero que tienes el derecho de conocer sobre su vida y así podrás comprender por qué te hizo tantas cosas.

Para empezar, el verdadero nombre de Rosario es otro, Amanda. Yo conocí a Amanda tan sólo seis meses antes de que te conociera a ti. Ella, como sabes, era altiva, pasional, y casi siempre alegre. Pronto nos enamoramos y decidimos casarnos, nuestra boda se fijó para el cuatro de abril, es decir el día en que te conoció. Desde un principio me dijo que quería una boda pequeña y sencilla pero me sorprendió que mientras yo invite a pocos amigos y a mi familia cercana, ella no invitó absolutamente a nadie. Nos casamos por la mañana en la iglesia de Santa Catarina y ella pasó a ser mía, a tomar mi apellido, pero en la pequeña recepción en la casa de mi hermana escapó y por mucho tiempo no la volví a ver.

Ese día, según entiendo, Amanda te conoció en un bar y te inventó toda una historia de una vida que nunca vivió: una infancia y una juventud maravillosas en India, las Antillas, Canadá, Micronesia y Grecia con un padre embajador, una orfandad, una crisis económica por falta de testamento de sus padres, el regreso a México y tres meses más tarde el bar y su nuevo y poco gastado nombre de Rosario.

El cuatro de abril pasó la noche contigo y al día siguiente ella se dio cuenta de que estaba enamorada de ti. Amanda nunca tuvo el coraje de contarte su verdadera historia porque tú estabas enamorado de Rosario, la aventurera, la alegre, la rechazada por la vida, la que a pesar de todo era feliz; no a Amanda la mujer que rechazó ella misma su vida, su felicidad.

Amanda, o debo decir Rosario, estuvo contigo por nueve años y supongo que ahora entiendes por qué nunca se quiso casar y te convenció a vivir con ella sin ningún papel que demostrara que eran una pareja ante la ley, y es que Rosario no existía de verdad.

Hace tres años, uno antes de que te abandonara, me encontré con Amanda en una feria, tú habías ido a buscar algodones de azúcar y ella te esperaba en uno de los juegos de destreza. Me acerqué y cuando me vio quiso salir huyendo pero el tumulto no se lo permitió.

Hablamos poco, sin reproches, mi mujer que no era mía y yo. Me sorprendió encontrarla después de ocho años de no verla, después quedamos de vernos al día siguiente en un café a las seis de la tarde. Después de quince minutos de esperarla en el café pensé que no iba a llegar, pero cuando estaba a punto de levantarme y retirarme, la vi entrar al café más bella y radiante que nunca con un vestido blanco, corto, escotado y fresco.


Las otras dos hojas de la carta estaban empapadas, pues quienquiera que haya dejado la carta en mi puerta no se percató del suelo mojado. La tinta se corrió y la letra es completamente ilegible, por más que he intentado descifrar tan sólo una palabra en estos días, me he visto imposibilitado.

Tras leer esta carta sin un fin concreto ha vuelto a surgir en mi la duda olvidada de la repentina desaparición de Rosario, mi mente da vueltas en el asunto y no encuentro una solución ni una respuesta. Ansío con desesperación conocer el resto de la carta, conocer el final de una historia de la que formo parte, pero no hay ningún remitente al que le pueda pedir más información y no he visto a Rosario (o Amanda) desde hace ya dos años. Así que creo que me tendré que conformar con no saber nada de mi Rosario, Amanda, a menos que algún día el anónimo decida mandar otra carta.

1 comentario: