12 abril 2010

Maltrata

A Marco Caldara se le ponchó una llanta en la carretera Puebla-Córdoba justo en el tramo de las Cumbres de Maltrata. Ese día la neblina era espesa y algodonosa y Marco no alcanzaba a ver más allá de cinco metros. En una velocidad sumamente lenta buscó un acotamiento pero no encontró ninguno, así que decidió orillarse lo más posible y prender las intermitentes de su coche. Cuando salió para cambiar el neumático desinflado lo sorprendió el gélido abrazo de la neblina, no llevaba nada para cubrirse del frío pues se dirigía a Coatzacoalcos, así que se abrazó a si mismo hasta que tuvo que estirar un brazo para abrir la cajuela y más tarde el otro para sacar el gato y la llanta de repuesto que estaban debajo de las maletas. Con miedo de los otros coches sobre la carretera de puras curvas, cubierta de niebla dejó el gato y la llanta y fue a prender sus faros con las luces altas aunque fueran las 10 de la mañana.

Había salido muy temprano, iba a Coatzacoalcos a la pedida de mano de su prometida Renata Suárez solo, pues no tenía hermanos, su padre italiano ya había muerto y su mamá llegaría en avión pues por sus problemas de rodilla no podía estar tanto tiempo sentada. Rebeca llevaba ya una semana en su ciudad natal, quería pasar tiempo con su familia antes de la boda que se celebraría en un mes.

Marco tomó el gato pero lo dejó caer pues éste se había enfriado especialmente rápido en el corto tiempo que llevaba fuera de la cajuela y lo había sorprendido enormemente. Se frotó las manos y lo volvió a agarrar, tenía miedo de cambiar la llanta ya que había orillado el coche al carril de baja velocidad pero la llanta ponchada era la izquierda de atrás. Se armó de valor pues tenía prisa y se agachó bien pegadito al coche para accionar el gato, tenía los dedos entumidos y estaba nervioso, era raro que no hubiera pasado ningún otro coche. Por fin el automóvil estaba lo suficientemente bien sostenido para poder sacar el neumático penetrado por un clavo. Sacó la vieja llanta con sus manos que estaban sucias y frías, la aventó de mala gana dentro de la cajuela. En eso pasó un coche rápido que dejó como único rastro el sonido del claxon que se apagó lentamente. Marco respiró asustado, segundos antes lo habrían atropellado.

Conoció a Renata cuando estudiaron juntos la maestría, nunca se había enamorado antes pero los ojos negros y la piel apiñonada de Renata lo habían conquistado. Habían sido novios ya por cinco años y para Marco el paso lógico era casarse, así que un día le comentó la idea a Renata, ella siempre había sido escéptica en cuanto al matrimonio pero Marco la convenció y decidieron casarse tan sólo tres meses más tarde.

Aunque estaba asustado, Marco se dio cuenta que no tenía otra opción más que aventurarse y colocar la llanta de refacción, pues el frío le calaba los huesos y ningún coche lo vería con el tiempo suficiente de pararse y darle aventón. Además traía maletas y no podía dejar su auto abandonado a media carretera. Abrió su celular para ver si había señal, no había. Respiró profundamente el helado aire y avanzó unos pasos para poner la nueva llanta y seguir con su camino. Se tardó un poco en ajustarla, sintió que el frío y la neblina empezaban a afectar su salud, estaba exhausto, helado y entumido, pero por fin lo había logrado. Quitó el gato que parecía estar hecho de de hielo y lo guardó en su cajuela. Dio un respiro de alivio y se encaminó hacia la puerta del conductor cuando un trailer se estampó contra él y lo mató.

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