12 abril 2010

Ventana


Ves el agua correr por los cristales de la ventana. Las gotas se estrellan y repiquetean como lo haría tu palo de lluvia. Pues sí, es lluvia, aunque sea una lluvia sucia, cruel, despedazadora y tu palo de lluvia te recuerde a las gotas limpias y frescas que caían en la selva Lacandona y la hacían crecer, fortalecerse y la pintaban de brillantes verdes.

Te preparas un chocolate caliente y observas la ventana, extrañas el agua aunque estés rodeado de ella, pero tú extrañas el agua del Usumacinta, el agua de la tierra mojada, no el agua cementosa que rebota en tubos, aceites, óxidos, coladeras y ventanas.

Por más que extrañes esa dichosa agua que hizo que las ceibas crecieran y se reverdeciera todo, tienes que aceptar que ya no existe, tampoco las ceibas ni la selva. Tu chocolate caliente no es chocolate de verdad, es un polvo que se supone sabe a eso, tampoco tiene agua sino un jarabe espeso que la imita, un jarabe sucio y terrosos como el agua que se estrella en tu ventana.

Y es que tú crees que el agua no existe, que ahora llueve mierda, y estos diez años el agua dejó de existir y lo que ha llovido sin parar por más de dos minutos es sólo mierda. Pero sí es agua esto que se estrella en tu ventana, tristemente a eso llegó el agua y ya no puede hacer nacer un Usumacinta, una Ceiba, una flor, una selva. Por eso te enojas y tiras tu supuesto chocolate por la ventana, te alejas y te vas a un cuarto sin ventanas, para escuchar el agua de verdad en tu palo de lluvia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario