07 abril 2010

Magdalena

Este es un cuento que escribí hace ya varios años y tenía guardadito en la compu.


El bochornoso día parecía no tener fin, y esto era lo que más deseaba yo, que el día terminara, que el brillante sol se metiera y la noche empezara. Faltaban alrededor de seis horas para la esperada puesta del sol; seis horas que debía esperar bajo el frondoso árbol escogido hasta que llegara Magdalena. Contaba yo con apenas 8 años de edad, sin embargo, parecían más años los que habían pasado desde que la conocí. La vi por primera vez hace mucho tiempo, mas si lo pensaba en realidad no sabía nada de ella, no sabía de dónde venía, ni por qué nunca había crecido y su rostro había reflejado por mucho tiempo el de una hermosa niña de 7 años; pero ella sí conocía todo de mí, mi historia, mi vida, mis sueños, mis deseos, mis miedos, todo. Aún no puedo recordar cuando fue nuestro primer encuentro, pero sus claros ojos siguen grabados en mi memoria y estoy seguro que esos ojos jamás los voy a olvidar. Magdalena no era una niña normal, podría haber dicho que ni siquiera era una niña y estar en lo correcto, ella era la magia que movía mi vida y que iluminó mi infancia con la luz que misteriosamente irradiaba.

Llegó Magdalena, venía descalza, coronada por blancas flores, vestida de blanco, con un sencillo vestido de algodón que un listón del mismo color amarraba a su cintura, me recordó a la bella Ofelia de Hamlet, libro que mi anciano y sabio tutor me leía cuando salíamos al extenso jardín de mi casa a dar los paseos de la tarde; pero Magdalena seguramente era más bella que la olvidada Ofelia. Porque Magdalena no sólo era dueña de la belleza más pura que ha existido, más pura de la que los antiguos griegos juraban que la misma Afrodita tuvo; Magdalena también tenía una luz propia muy peculiar, y sé que cualquier persona que como yo tuvo la alegría de conocerla, podría definir la felicidad con una sola palabra: Magdalena. Sus húmedos ojos se veían más bellos que siempre mientras lloraba, más no me lloraba a mí, ni siquiera se dignó a mirarme, contemplaba la puesta del sol llena de colores, tonos que pintaban el cielo de colores indescriptibles, la puesta de sol que todo pintor desearía poder plasmar. Le lloraba al sol que desaparecía rápidamente bajo el horizonte de aquel lago cristalino. Al fin me miró y como siempre me sucedía cuando mis ojos encontraban los suyos sentí que volaba, que era completamente libre y completamente feliz, que todo era posible. Después de largos segundos en los que no dijimos nada, se limpió las lágrimas y me anunció –Vengo a despedirme para siempre. –Los sentimientos que hacía sólo unos momentos había sentido se desvanecían y cambiaban por los opuestos, mientras las estrellas comenzaban a salir en el cielo para acompañar a la Luna. ¿Qué podría hacer yo sin las visitas ocasionales de Magdalena que impacientemente esperaba por días y después de que sucedían sólo las soñaba para así recordarlas? Mi corazón latía con fuerza y tenía en mi mente remolinos de preguntas y pensamientos que quería externar, pero no podía.

–Tengo que regresar, sé que es tiempo de hacerlo, largos años he pasado aquí, los disfruté, pero ahora sé que hoy fue el último día y aquélla fue la última puesta del sol que viví aquí…

– No pude resistir más, todas las preguntas llenas de curiosidad que surgieron en mi mente desde que la conocí pero pensaba que no eran lo suficientemente importantes para preguntar y todas las preguntas llenas de rabia que me habían surgido en los últimos minutos salieron de mi boca, cual llama de fuego avivada por el viento, y por primera vez, desde que la conocía, la interrumpí mientras con su voz dulce y serena ella hablaba con palabras claras, elaboradas y concisas -¿de dónde vienes Magdalena? ¿Quién eres realmente? ¿Por qué te vas y a dónde? ¿Por qué me abandonas? ¿Por qué nunca has crecido? ¿Por qué nunca te veo a plena luz del día? ¿Por qué eres tan magnífica y a la vez tan misteriosa? Dime Magdalena respóndeme de una vez. - Ella me miró con calma y sólo dijo –Fíjate en el lago, ¿qué no ves la diferencia?

Admito que no vi nada, no me di cuenta de que algo muy extraño e impresionante estaba ocurriendo frente a mí, una maravilla nunca antes contemplada, sólo vi los mismos reflejos de las luminosas estrellas, el agua calma, la luna llena, el cielo oscuro. Magdalena se rió al verme tratar de descubrir algo, que para ella era una obviedad y para cualquier otro lo hubiera sido también; me dio una piedra, y cuando hizo esto supe lo que debía hacer, lanzarla al agua y hacer que rebotara varias veces, como solíamos hacer en las calladas noches que estábamos juntos, dos niños inocentes: ella que lo sabía todo y yo que aún no sé nada en concreto de la vida. Lancé la piedra y después todo sucedió muy rápido, rápido fue el darme cuenta de que las estrellas estaban en el lago y se reflejaban en el cielo, al contrario de lo que todos aquí en el mundo observamos en cualquier noche, rápido fue el verla iluminarse más que nunca, rápido fue el despedirme de ella para siempre, sabiendo que Magdalena siempre me vería y escucharía, y rápido fue el verla subir con las otras estrellas de regreso al cielo.

Me quedé solo tendido en el pasto húmedo cerca del frondoso árbol donde nuestros nombres están marcados, frente al lago que volvía a la normalidad al reflejar las estrellas después de la tempestad que nunca había antes sucedido; miré las estrellas y comprendí por fin de dónde venía la magia de Magdalena, por qué irradiaba tanta luz y por qué dentro de su misterio la había escogido yo a ella como dueña de mis deseos y de mis sueños, por fin aunque fue un poco, en unos segundos, la conocí.

Hoy siendo yo ya viejo, sigo contemplando las estrellas siempre que puedo, tratando de averiguar cuál de esas será Magdalena, si una muy brillante, una escondida, una fugaz, una enorme, una pequeña o una que mis ojos no alcanzan a ver. A veces también imagino si ella está con otro niño, haciendo al igual que de la mía una infancia mágica, y grabando en su memoria sus ojos que cambiaban de color. Siempre pido deseos a las estrellas por que sé que me los cumplen y les cuento mis sueños porque Magdalena se encarga de que me los hagan realidad.

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