12 abril 2010

Negro


Todo está oscuro. No se alcanzan a distinguir ni siquiera algunas sombras escondidas. El negro es eterno e infinito, profundo y amplio. Ansías un rayo de luz, aunque sea pequeño, que dibuje un objeto, el mueble frente a ti, el contorno de tu mano; pero el sol esta apagado y la luna y las estrellas y los focos y las velas. No hay luz, por lo tanto no hay imágenes. La oscuridad reina en el recinto y nada se rebela contra ella.

Sabes que las cosas existen porque las sientes, las escuchas, las tocas, las describes, algunas las hueles y con otras te tropiezas. Pero no lo puedes comprobar, y te sientes incrédulo. La mayoría de los sentidos te seducen para creer algo, pero tú, tú necesitas ver para creer. Pero todo está oscuro, todo se tiñe del más puro negro, como si alguien hubiera tomado una gruesa brocha y hubiera pintado todo en la habitación de un negro opaco, pero no puede ser, sabes que todo es más oscuro que cualquier pigmento porque hasta las penosas sombras han desaparecido. Todo lo que ves es oscuro, todo lo que ves es lúgubre y triste, todo lo que ves es nada, porque hace ya años que te has quedado ciego y todo lo que ves es sólo negro.

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